domingo, 31 de agosto de 2008

Otra vez, no

El fantasma del Katrina todavía no se ha ido de Nueva Orleans y Gustav ya quiere hacerle sombra. Esperemos que en el último momento se arrepienta, porque si no esta vez si va a ser el fin de la ciudad del jazz.
En la foto, grafiti que hizo Banksy hace tan solo unos días en Nueva Orleans y capturado por jonnodotcom.

jueves, 28 de agosto de 2008

Un tour privilegiado

Biblioteca del Trinity
Existe un museo en el que se guardan todas las obras de arte perdidas. No está lejos, pero es difícil de encontrar. Tiene los mejores Da Vinci, Tiziano, Velázquez y Goya. Y ninguno es falso, no, no. Existe también una biblioteca que custodia los libros que no se llegaron a escribir. Si rebuscas bien puedes encontrar los poemas de Rimbaud tras sus aventuras por Etiopía, el final de 'El castillo' de Kafka o la historia que siempre atormentó a Dostoievski. Hay que remangarse, ser concienzudo y tener paciencia, porque tiene repletas estanterías y estanterías de libros. Si quieres te llevo, pero ¡ssshhh!, no puedes contárselo a nadie.

lunes, 25 de agosto de 2008

Malos tiempos para los soñadores

Anelie
No me canso de ver Amelie y cada vez que la veo tengo ganas de ver la vida como ella, quitarme problemas de la cabeza y disfrutar de esos pequeños placeres. "Son malos tiempos para las soñadores", dice la compañera de Nino en el sex shop. ¿Alguna vez no lo han sido?

viernes, 22 de agosto de 2008

El milagro de Almudena


Siempre he admirado a las gimnastas. Las he admirado y las he compadecido. Horas y horas de esfuerzo, deformación de los cuerpos, lesiones terribles y fin de la carrera recién cumplidos los veinte. Y todo por una medalla, un diploma o un disgusto por haberse visto vencidas por los nervios. Por eso me encanta ver a Almudena Cid, una vieja entre ese campo de adolescentes, que ha viajado por cuarta vez a unos Juegos y se ha metido por cuarta vez entre las diez mejores del mundo. Ella sí le ha ganado la batalla al tiempo y a la gimnasia.

martes, 12 de agosto de 2008

Diez títulos y diez deseos


El País Semanal sacaba este fin de semana un reportaje de Cristóbal en el que cien escritores escogían los diez libros que les cambiaron la vida. La hermanastra fea ha hecho lo propio y ahora soy yo la que se anima a esbozar una pequeña lista (el orden que sigo es el de lectura):
1. Los cinco. A los 8, 9, 10 años, yo era un ratoncito de biblioteca. Devoraba libros sin parar. Pero quizá sin Enid Blyton me hubiese sentido algo perdida, porque lo cierto es que esta mujer tenía libros para dar y tomar. Los cinco, Aventura... y sin dejar al margen Las mellizas O'Sullivan y Torres de Malory. Fue entonces cuando decidí que yo de mayor quería ser escritora.
2. El señor de los anillos. La fantasía me descubrió un mundo maravilloso, un lugar para evadirse y en el que todo podía ser verdad. También quise ser elfo.
3. Agnes Cecilia. María Gripe es una de las autoras a las que tengo más cariño. El primer libro que leí fue Los hijos del vidriero, siguieron Los escarabajos vuelan al atardecer, la trilogía de Las sombras, pero, entre todos, me quedo con Agnes Cecilia. Había fantasía, sí, pero sobre todo un halo mágico que impregnaba la cotidianidad. Durante años soñé con encontrar en el altillo de algún armario recuerdos de vidas pasadas o que un total desconocido me regalase una extrañamene expresiva muñeca de porcelana.
4. El diario de Ana Frank. Los nazis y los judíos eran cosas de los libros de historia. Pero conocer de primera mano el testimonio de una de las vícitmas del Holocausto, adolescente como yo entonces, era algo totalmente nuevo. Esta vez no quise ser judía ni vivir en un zulo, pero me di cuenta de lo interesante que eran las historias reales.
5. Crimen y castigo. Raskolnikov me atrapó como hacía tiempo que ningún libro conseguía. Deseaba llegar a casa para seguir leyendo y descubrir el desenlace de la historia de este hombre, que se creyó Dios y se dio cuenta de que no era más que un pobre ser humano. Descubrí a los rusos y sentí pasión por ellos.
6. Drácula. Sí, también quise ser vampira. ¿Que había en el mundo más seductor que esas criaturas de la noche, inmortales, casi etéreas que cruzaban océanos de tiempo para encontrar a su legendario amor? Confundo libro y película, porque la maravilla de Coppola me dejó también una profunda huella.
7. Nada. Recién aterrizada a la Universidad, llegó a mis manos este libro de Carmen Laforet. No podía haber llegado en mejor momento. Me sentí identificada en muchas cosas con Andrea, la protagonista.
8. A sangre fría. El periodismo también podía hacer buenas novelas. ¡Qué descubrimiento más halagüeño para una estudiante de periodismo! Comprendí al asesino, devoré las páginas y busqué entre los periódicos la noticia que querría llevar a novela. Sigo buscando.
9. Seda. A Baricco lo le odian o le adoran. Yo estoy entre estos últimos. La magia del lenguaje, la belleza de lo más simple y el buen sabor de boca que deja este libro o Novecento me animaron una vez más a buscar leyendas donde solo existe codianidad.
10. Carta de una desconocida. ¿Como puede un hombre de los años veinte contar historias tan alejadas de mi vida y a la vez hacerme sentir identificada con sus protagonistas? Tras leerlo no tengo más remedio que decir que quise ser Stefan Zweig.

sábado, 9 de agosto de 2008

Paul Strand vs Edward Steichen

Hay maneras y maneras de contar historias. Y hay maneras y maneras de plantarse detrás de un objetivo. Aunque quizá el planteamiento de origen sea el mismo. A comienzos del siglo XX, un grupo de fotógrafos norteamericanos, hermanados a través de Afred Stieglitz, decidieron que había que cambiar el modo de retratar el mundo. Hasta entonces se imponían las instantáneas etéreas, de perfiles borrosos y ambientes casi de ensueño, que se englobaban en la corriente pictorialista. Frente a ellas surgió un nuevo camino, en el que Paul Strand y Edward Steichen destacaron enseguida, y en el que se apostaba por contornos definidos y fotografías "de la realidad". Nueva York, sus edificios, sus calles, sus gentes, quedaron inmortalizados gracias a estos dos fotógrafos. Sin embargo, poco a poco sus trayectorias se fueron distanciando. Steichen siempre prefirió las imágenes del glamour, de los artistas -de cualquier disciplina, de Rodin a Marlene Dietrich-, de la moda o del mundo del cine. Trabajó para Vanity Fair y fue comisario del MOMA. Mientras, Strand -muy crítico con la línea llevada por Steichen- se decantó por las vidas anónimas, los desheredados, los pobres de los pobres. Viajó a Ghana, Egipto y Marruecos. Pero también atendió a la América o a la Rumanía profundas. Las trayectorias de ambos pueden verse ahora en España. Paul Strand, en la Fundación Barrié (A Coruña). Steichen, en el Reina Sofía y Museo del Traje (Madrid). Pasen, vean y juzguen con cual se quedan. Yo no lo tengo claro.

martes, 5 de agosto de 2008

HdH14: Condesa de Castiglione

Después de ver la noticia sobre la exposición de las mujeres y la fotografía, me quedé con ganas de profundizar más en la historia de la condesa de Castiglione (1837-1899). Incluso ahora pienso más que un Historias de la Historia debería hacer un libro. Pero como eso lleva mucho tiempo y nunca he tenido mucha paciencia...me conformaré con un post. A lo que iba. Virginia Oldoni (condesa de Castiglione de casada) podía haber sido una mujer guapa sin más. Rubia, de ojos violetas o verdes (según la luz), esbelta... se casó pronto, antes de los 20 años, con el conde de Castiglione. Sin embargo, la vida de esposa amantísima y recluida no estaba hecha para ella. Viajó a París, se convirtió en amante de Napoleón III e incluso fue una espía para el gobierno italiano ya que, utilizando la confianza de alcoba, animó al emperador a atacar Austria y facilitar la unificación italiana. Sin embargo, su vida parisina terminó pronto. Unos dicen que fue el marido celoso quien la devolvió a su jaula dorada, otros que Napoleón III descubrió los intereses políticos de su bella amante. El caso es que la condesa regresó a Italia y, privada de todo contacto social, decidió llevar a las mascarada a su casa. Contrató al fotógrafo Pierre Louise Pierson y durante cuarenta años trabajaron juntos en centenares de instantáneas a cada cual más innovadora. Eran los comienzos de la fotografía y Virginia se convirtió en la modelo perfecta proponiendo toda clase de disfraces y posturas. Reina de corazones, Juego de locura o Venganza (la escogida para ilustrar este post) son las más conocidas. También se dejó fotografiar pies y piernas algo totalmente escandaloso para su época. Conforme fueron pasando los años, la condesa fue cayendo en el olvido. Solo salía de casa de noche, y cubierta con un velo negro. Cuando murió, los ecos de su belleza se habían evaporado. Lo dicho, la condesa de Castiglione podría haber sido una mujer guapa sin más. Incluso una mujer guapa que sirvió a Italia seduciendo a Napoleón III. Pero gracias a todas estas fotografías la condesa de Castiglione es inmortal.
Más en Wikipedia. Immágenes, en Flickr.

lunes, 4 de agosto de 2008

La escritura como espejo

Amelie Nothomb
Todos los escritores son egocéntricos. Hablan de sí mismos, bucean en sus recuerdos, en su pasado, en sus experiencias, y hasta tienen el atrevimiento de presentárnoslas como universales. Suerte que en muchos casos aciertan...sino... qué vanidad. Sin embargo, entre todo el universo de egocéntricos que son los escritores sobresale la belga-japonesa Amelie Nothomb. Una de las cosas que más me llamó la atención de sus libros es que su foto siempre presida la portada. En una entrevista de hace años afirmaba que era idea de la editorial...sin embargo...todo huele un poco extraño. Una vez que superas la cubierta el egocentrismo continúa. La mayoría de sus historias son autobiográficas... Aunque hay que reconocer que la chica ha vivido lo suyo. Yo sólo he leído dos de sus novelas. La última, 'Diario de Golondrina', y 'Estupor y temblores'. Y la verdad es que por ahora no tengo una idea bien formada de si me gusta o no. Después de leer 'Diario de Golondrina' me quedé indecisa. Posteriormente me recomendaron 'Estupor y temblores' y he de decir que me lo leí de un tirón. En él cuenta su intento de convertirse en japonesa y trabajar en una multinacional del país del sol naciente. Sin embargo, la dura disciplina y nipona y un carácter que no acaba de comprender provoca que, en lugar de ascender, irá para detrás como los cangrejos. Sí, lo reconozco, 'Estupor y temblores' sí me ha gustado. Aún así, todavía no tengo claro si volveré a mirar pronto por el espejo de Amelie Nothomb.