Los pequeños detalles son los que marcan la diferencia. Un cromosoma, un gen, una pequeña malformación, un defecto apenas visible. El de la espina bífida, sin duda, marca una diferencia fundamental. Un par de vértebras que no encajan, una espina que no cierra, y, aunque el feto sólo sea del tamaño de un guisante, el mal es irreparable. Tal vez no se llegue a notar pero, en el peor de los casos, provoca invalidez, problemas de control de la vejiga o de los intestinos.
Sin embargo, hoy me he levantado con una buena noticia. María -32 semanas, 2,75 kilos, 40 centímetros- vio por primera vez el mundo totalmente curada de este mal. Fueron los médicos del sevillano hospital Virgen del Rocío los que pusieron fin al que habría sido su tormento estando todavía en vientre de su madre. La primera vez que se realiza en Europa. Esperemos que sean más.
viernes, 7 de septiembre de 2007
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